Había una vez una pequeña luciérnaga que vivía en lo más profundo de un bosque. Desde siempre soñaba con volar alto y brillar intensamente, pero cada vez que lo intentaba, escuchaba voces que la detenían:

“¿Quién te crees que eres?”,

“No eres suficiente”,

“Seguramente fue suerte”,

“Si brillaste una vez, no podrás volver a hacerlo”.

La luciérnaga pensaba que esas voces provenían de las sombras del bosque, de criaturas que se burlaban de ella. Pero con el tiempo descubrió una verdad más dolorosa: esas voces no eran externas, eran sus propias creencias disfrazadas. Eran las dudas sembradas por experiencias pasadas, las comparaciones con otras, el miedo a fracasar, el temor de no ser “tan brillante” como los demás creían. Se sentía una impostora.

Durante mucho tiempo se escondió, convencida de que no merecía volar ni iluminar, que tarde o temprano alguien descubriría que no era tan especial. Sin embargo, un día, cansada de huir, decidió detenerse. En silencio abrazó su tristeza, escuchó esas voces con honestidad y comprendió que no eran la verdad, solo eran miedos aprendidos.

Y entonces ocurrió algo mágico: en medio de la oscuridad, una chispa encendió su interior. Su luz no nació de ser perfecta ni de demostrar nada a nadie, sino de la valentía de aceptarse tal como era.

Esa llama interna comenzó a iluminar primero su propio corazón, y después cada rincón del bosque por donde pasaba. Desde ese momento, cada vez que una voz intentaba hacerla dudar, ella volvía a su centro y se recordaba: “soy suficiente, mi luz es mía, y nadie puede apagarla”.

Poco a poco, otras luciérnagas se acercaron. No las atraía una imagen impecable ni un brillo exagerado, sino su honestidad y su autenticidad. Y así, la pequeña luciérnaga encontró su propósito: ser luz, servir y sostener a otras que también dudaban de sí mismas, recordándoles que su chispa nunca se apaga, que aunque el síndrome del impostor las haga dudar, su luz siempre está ahí, esperando ser reconocida.

Sanando su propio camino, ayudó a otras a sanar el suyo. Y vivió una vida plena, libre y auténtica… la vida que ella misma eligió escribir.

Así como la pequeña luciérnaga, tú también tienes un superpoder: el poder de elegir.

Ella eligió brillar con su propia luz, aunque la duda la visitara una y otra vez. Aprendió que ninguna ilusión resiste la verdad, y la verdad es que dentro de ti habita la fuerza para transformar cualquier limitación en un nuevo comienzo.

Este bosque ha sido creado para acompañarte en ese viaje de introspección, de autoconocimiento y de amor propio. Para que, paso a paso, descubras tus fortalezas y recuerdes que no tienes que ser perfecta para brillar… solo necesitas ser verdadera.